Tuesday 15 December 2009

y nadie sabe cómo vine a parar yo...


From: Martín Llavallol

To: mllavallol@gmail.com
Date: Wed 16-Dec-2009 00:21
Subject: y nadie sabe cómo vine a parar yo...

...al Tercer Mundo! Estoy con Fito en esa. Sí, porque no se engañen, esto no es primer mundo. Que dos tercios de la población estén concentrados en la capital es un claro indicio.

El 2009 vino muy tranquilo en términos de escritura, así que tenía que cerrar el año con al menos un post para el blog. Y el público lo pedía (sobretodo miserias, siempre). Así que decidí aprovechar una entrega de premios que había y viajar hasta acá para cubrir el evento: nada más ni nada menos que los Llavapremios 2009, que galardonan lo mejor y lo peor del año que está terminando.

El primer premio de la noche se remonta a uno de los primeros viajes que hice este año, en marzo. El premio "Fumate uno y hacé algo loco que te ponemos en un museo de arte moderno" es para Takashi Murakami, que sin duda se fumó uno, hizo algo loco y lo pusieron en el Guggenheim de Bilbao. No voy a ponerme a describir la obra -que sin duda habrá dejado boquiabierta a más de una señora conservadora- pero si están interesados, googleen "My Lonesome Cowboy" y verán de lo que hablo. Todo un hito en la historia del arte. Esta escultura es la obra favorita de importantes críticos de arte como el Gringo Ibarbia.

El segundo premio de la noche, "Quién dijo que la globalización era algo malo", viene después del anterior debido a su proximidad geográfica. Aquellos que pensaron que globalización era sinónimo de dominación, absorción, subyugación y destrucción no podrían estar más equivocados. Globalización es fusión. Y la prueba de ello es el restaurant Chino-Vasco que encontramos en el corazón del casco viejo de Bilbao (Bilbo no escatima en sorpresas), al cual está destinado este premio. El restaurant, en el que almorcé con el amigo ukraniano-leonés Piterman, amalgamaba increíblemente en su menú especialidades de ambas culturas. Y no, aunque no estaba atendido por chinitos con boinas, aún así tiene bien merecido el premio.

De pequeño, con mis hermanas y mis primos, solíamos recolectar en el campo unos escarabajos cornudos -los toritos- para luego pintarles el caparazón con temperas de colores y ponerlos a competir para ver cual llegaba primero a una meta (tiembla Ascot). Poco tiempo después de las frustradas carreras, los toritos padecían, asfixiados, según nos enteramos siendo ya mayores. Pues bien, las almas de todos estos escarabajitos me persiguieron y atormentaron durante todos estos años, desde mi infancia hasta el mes de mayo, cuando descubrí las Puertas Mágicas de Roma. Cuenta la leyenda que hay ciertas puertas en ciertas iglesias de Roma que son abiertas en ciertos años, y si uno pasa ciertamente a través de ellas, todos sus pecados son perdonados, aparentemente sin importar la gravedad de tales faltas (bueno, a lo sumo habrá que dejar algún dinerillo más). No sé si será cierto, pero aún así el premio "Como pude vivir mi vida sin saber de tu existencia" va destinado a estas dichosas puertas. Todavía no entiendo como Anita Puértolas -la profe de catequesis- ponía tanto énfasis en retarme cuando me olvidaba de llevar las estampitas del santo que fuera y nunca fue capaz de pasarnos este dato tan importante para la vida del cristiano. De haber sabido esto entonces, no me hubiera privado de aquellos momentos de autosatisfacción. Estoy hablando de mojar el chocolate Voley en el pote de dulce de leche, claro.

El premio "Cuando sea grande quiero tener una fobia copada" es compartido, pero no puedo revelar los nombres de las ganadoras ya que están protegidas bajo un programa de protección a las víctimas. La primera fobia es a las plumas: esto incluye aves, pero no almohadas, ya que las plumas tienen que estar en algo vivo. Es complicado, lo sé. Pero es la excusa perfecta para jugar mal al bádminton (por si la pluma cae en la cabeza de alguien, vivo). La segunda fobia es a un atentado terrorista en un avión. Esta requiere trabajo y persistencia. La excusa perfecta para subirse primera al avión y sentarse al lado de una puerta emergencia para salir primera si no murió antes por algún otro motivo. La tercera y última fobia es a viajar de espaldas a la dirección que viaja el tren. Esta fobia me fascina. Nunca se me hubiera ocurrido ni en mis mejores sueños. La excusa perfecta para quedarse con el mejor asiento en los trenes.

El premio "Cuando entré acá no pensé que iba a salir vivo" de este año es para el Japanese Knife Company. Este no fue en ningún viaje, sino en uno de mis tantos fines de semana en la querida Londres. Estaba caminando por ahí con una amiga que es chef y necesitaba comprar un cuchillo. Al parecer, cada chef tiene sus cuchillos así como cada Jedi tiene su espada, y si cambian de restaurant se llevan con ellos los cuchillos. El hecho es que andábamos en busca de zapatos (bueno sí, al principio la búsqueda era de zapatos, pero terminamos viendo cuchillos: las mujeres son así) y de casualidad nos topamos con esta casa, que ella había escuchado antes. Entramos y el lugar era impecable. Había varias vitrinas y dos mesas llenas de cuchillos. Todos muy afilados y muy brillantes. Cuando apareció el tipo que atendía me di cuenta de que no era el tipo de persona con la que te gusta estar en un cuarto con un montón de cuchillos. Y todos bien afilados y bien brillantes. El tal Jay era un hombre en sus cuarentas, con pelo largo atado con una colita, de origen indio, con ojos negros bien abiertos y mirada penetrante que me dio un miedo que ni Darth Vader. La demostración empezó y Jay cortaba con distintos cuchillos distintos vegetales de distintas formas, que en mi cabeza yo imaginaba que eran partes de nuestros cuerpos. Sin embargo, al cabo de un rato me fui tranquilizando y me di cuenta de que, como siempre, mis prejuicios eran infundados, y que Jay era un apasionado de cortar vegetales y afilar cuchillos. De hecho, no sabía que alguien pudiera ser todo un experto en eso. Casi que me dieron ganas de comprarle un cuchillo, si no fuera porque casi nunca cocino y que el cuchillo más barato costaba alrededor de 100 libras. Jay se lleva la página de la semana, o bueno, del año (que generoso estoy) que está en www.japaneseknifecompany.com

El insulto del año es para "pelotudo de los cojones", un insulto que me encanta porque une dos países, dos continentes, separados por un gran océano. Genial. El insulto salió (cariñosamente, claro) de la boca de Zigor, un vasco que intentaba imitar mi acento, pero algo no salió bien a mitad de camino.

El premio "Hace frío y estoy lejos de casa / hace tiempo que estoy sentado sobre esta piedra / yo me pregunto para qué sirven las guerras" es sin duda para Islandia, en donde me encuentro en este momento. Nadie nunca se imaginó que Andrés estaba en esta isla cuando escribió esa canción. Fíjense sino: la primera frase no requiere explicación. Lo de "estoy sentado sobre esta piedra" es una metáfora que utilizó para no avivar giles, ya que si ponía "hace tiempo que estoy sentado sobre esta formación volcánica producto de la actividad tectónica de la Placa Norteamericana y la Placa Euroasiática" iba a ser muy obvio. Además no le iba a dar la métrica. Y lo de "para qué sirven las guerras" es una clara referencia al tratado de paz que firmaron acá en Reykjavik Reagan y Gorbachov (que sí tenían bien claro para qué sirven las guerras) en 1986 para comenzar el fin de la guerra fría. Es algo curioso que hayan decidido comenzar a terminar con la guerra fría en un lugar tan frío. Quizás lo que querían era enfriar un poco la cosa. ¿Seguirá entonces el mundo en peligro?

Islandia también se lleva otros premios menores, como el de "Son las diez y media de la mañana y todavía no salió el sol", "Ponete los anteojos de sol que este sol de mediodía te puede hacer mal a la vista", o "Colón no descubriste nada, porque a América llegó primero Leifr Eiricsson, que era islandés”. Igual, debo decir que también me decepcionó un poco cuando me encontré que acá no había nieve. Una decepción grande, como cuando me enteré que Heidi no era originaria de Suiza, sino que era un burdo animé japonés, y que bien pudo haber sido la hermana menor de Koji Kabuto, el piloto de Mazzinger Z, o por qué no, la hermana inocente muñeco de Murakami.

Volviendo a la canción de Andrés, y para ir terminando con esto, lo del cohete en el pantalón es también una clara alusión a la proliferación de armas que había por esas épocas de la Guerra Fría. Lamento decepcionar a aquellos que hasta hoy pensaron que Andrés se refería a un cohete como el que se fumó Murakami (¿cómo pudieron pensar eso de Calamaro?) o incluso a un estado de excitación similar al del muñeco de Takashi.

Pues ala. Esas son algunas historias de este año. Algunas nuevecitas y otras con gustito a rancio. Espero, sin embargo que les hayan gustado, y sino, como dirían en España, a tomar por culo. Takk fyrir, góða nótt, merry christmas, happy new year y nos vemos la semana que viene! Saludos!


Llava
llava.blogspot.com